El Punto G

Autor: Joan C. En Artículos de Fondo, Tu Cuerpo Íntimo

punto-g

Definición

El Punto G, abreviatura de ‘Punto de Gräfenberg’, llamado así por el nombre de su descubridor (en los años 50), el ginecólogo alemán Ernst Gräfenberg, es según algunos expertos una pequeña zona del área genital de las mujeres localizada en la cara anterior o frontal de la vagina, detrás del hueso púbico y alrededor de la uretra, y que estaría implicado en la obtención más fluida e intensa del orgasmo y de la ‘eyaculación’ femeninos. Coincide con, o es una parte de la esponja uretral, es decir el tejido eréctil situado alrededor de la uretra, justo donde se encuentran las glándulas de Skene o parauretrales, con las que algunos expertos identifican el punto, desmintiendo que se trate de una auténtica estructura o zona perteneciente a la pared anterior vaginal, sino en realidad a un nivel más profundo que si acaso ‘se notaría’ a través de esta pared vaginal.
Algunos científicos sostienen que no es verdad que este punto exista. Otros, que se trata en realidad del conjunto de nervios profundos de la raíz del clítoris que más adelante conectan con la columna vertebral. Otros añaden observaciones que lo hacen verosímil, como que, con la edad, la mujer experimenta cambios hormonales y en la estructura de los tejidos del interior de la vagina, incluyendo al clítoris, con lo que el acceso al Punto G resulta más fluido, razón por la cual se cree que a muchas mujeres les resulta más fácil explorar las sensaciones placenteras que proporciona este punto a partir de los treinta años aproximadamente, o con posterioridad a un parto.
Las ideas de Gräfenberg fueron ignoradas durante algún tiempo, hasta la aparición del libro «El Punto G», de Whipple y Perry en 1981. Naturalmente, la idea de un ‘interruptor sexual vaginal’ que facilitara el orgasmo y permitiera la eyaculación femenina del mismo modo que la masculina cautivó la imaginación de mucha gente, aunque las investigaciones posteriores no fueron capaces de apoyar sus teorías. El Punto G y la eyaculación femenina han estado de moda, y han pasado de moda, varias veces desde los años cincuenta, y por lo que vemos hoy día, la polémica, y hasta un cierto misterio quién sabe si intencionado, continúan.

Para qué sirve el Punto G

No se sabe si la naturaleza lo ha diseñado para esto, pero la hipótesis es que su estimulación, realizada a través de la pared frontal de la vagina, puede llegar a proporcionar en algunas mujeres un orgasmo más intenso y satisfactorio, y como ya hemos mencionado parece ser también la causa de la denominada eyaculación femenina. Ésta consiste en la secreción a través de la uretra de un líquido claro, inodoro y transparente, similar en su composición a la secreción prostática masculina, en el momento culminante del orgasmo o en sus postrimerías, y se desconoce cuál es su función. Parece que están implicadas las denominadas glándulas parauretrales, embriológicamente emparentadas con la próstata masculina y, según algunos científicos, todas las mujeres excretan este líquido al tener un orgasmo, sólo que no siempre es detectable. Según otros, sólo entre un 6 y un 14% de mujeres lo producen.
Pero, suponiendo que exista ¿para qué más puede haber sido ‘diseñado’ este punto? Algunos expertos consideran que el Punto G en realidad funciona como un mecanismo ‘precipitador’ del proceso del parto en la mujer embarazada, en el sentido siguiente: iniciado ya el parto, hay un momento en que la cabeza del feto presiona este punto, lo que parece disparar la última fase de contracciones vaginales y, gracias a éstas, de empuje del feto hacia fuera de la obertura vaginal. Se relacionan este mismo tipo de contracciones con la experiencia de orgasmos más intensos cuando se estimula este mismo punto con finalidades sexuales; de hecho las contracciones vaginales en un orgasmo de este tipo son descritas como opuestas a las de un orgasmo clitorial, es decir comportan una sensación de empujar hacia el exterior, mientras que en este último la sensación es de ‘aspirar’ hacia dentro el sexo de la pareja.

Cómo localizarlo

No existe de forma clara una ubicación concreta y siempre igual para todas las mujeres. Por supuesto este es un argumento importante para quienes niegan su existencia. Para encontrarlo, al parecer lo más sencillo es sentarse o acostarse con algunas almohadas bajo la pelvis, para así levantar la entrada vaginal y, posteriormente, con la ayuda de lubricación, introducir un dedo (debidamente higienizado y con la uña bien cortada) en la vagina, curvarlo un poco en forma de gancho y, con la yema del dedo, buscar una zona rugosa ubicada justo detrás del hueso púbico, en la pared frontal o anterior del conducto vaginal, situada entre 3 a 5 escasos centímetros de la entrada o de la vulva, y de un tamaño variable, generalmente similar a un guisante grande pero nunca superior al diámetro de una moneda de un euro, tamaño que puede aumentar ligeramente al ser estimulada dada la presencia de tejido eréctil.

Cómo estimularlo

Ya se ha descrito una forma de localizarlo. Sin embargo, otra cosa diferente es lograr estimularlo de forma que proporcione ese incremento de intensidad en la experiencia orgásmica. Esto tiene unos requisitos que, lógicamente, dependerán de otras habilidades y circunstancias: una buena compenetración y confianza con la pareja sexual, un nivel de excitación erótica muy alto, una buena lubricación, un poco de paciencia, etc. Si se dan estos requisitos, la estimulación erógena del Punto G puede darse de forma espontánea durante el coito, o bien puede buscarse con más probabilidad de éxito si se practica la estimulación oral y/o manual simultánea del clítoris mientras de introduce un dedo, tal como se describió antes y, una vez hallado el punto, se mueve el dedo con suavidad de derecha a izquierda, o de adelante atrás, o en círculos, pero sin llegar a presionar con fuerza o persistencia directamente sobre el punto mismo; si la mujer expresa sensaciones placenteras, puede probar a aumentarse un poco la presión, manteniendo un ritmo constante y sostenido. En algunas mujeres se tendrá más éxito si se intenta tras la obtención de un primer orgasmo clitorial, siempre que se renueve la excitación erótica, claro está. Si se quiere explorar durante la penetración coital, es decir con la intervención del pene, las posibilidades de éxito son bastante reducidas, y las posturas más adecuadas dependerán de si el pene está inclinado hacia arriba o hacia abajo (es decir que tanto la forma del pene como el ángulo de penetración deberán buscar estimular el primer tramo de la pared anterior vaginal), pero en general tendrán más éxito aquellas en que la mujer se sitúe encima del hombre, o bien éste la penetre por detrás.
Si se nota que su estímulo empieza a producir sensaciones agradables, puede ocurrir que de repente éstas se conviertan en ‘extrañas’, principalmente por la necesidad súbita de orinar. Esto es debido a que se están estimulando también tejidos o conductos directamente conectados con la vejiga. Se aconseja que se trascienda esta sensación, pues muchas mujeres lo describen como la antesala de la verdadera experiencia de un placer u orgasmo intensos. A este respecto, es aconsejable afrontar la experiencia o exploración sexual habiendo orinado antes, o bien colocando debajo un impermeable, un plástico o cualquier material que permita despreocuparse de la expulsión accidental de un poco de orina.

La polémica: una interpretación

Existe toda una polémica generada, desde hace años, en torno a la importancia del Punto G. En realidad, quizá la polémica subyacente es otra, es decir la de las implicaciones referidas a la importancia del sexo vaginal respecto al sexo clitorial, lo que a su vez nos retrotrae a otra polémica aún más antigua, como es la de la visión masculina o patriarcal de la sexualidad frente a la visión femenina o feminista de la misma. Tanto desde el feminismo como desde el patriarcalismo se ha intentado defender la postura más conveniente para cada bando, en el primer caso la defensa del valor del sexo clitorial como puerta de entrada al reconocimiento del disfrute de la propia sexualidad en la mujer, una sexualidad además quizá superior cuantitativa y cualitativamente a la del hombre; y en el segundo caso la defensa a ultranza del coito vaginal, cuyo disfrute mútuo ideal representaría en el fondo la persistencia de un modelo de roles en que el hombre seguiría dominando a la mujer en todos los ámbitos en que todavía le fuera posible. Ambas posturas se han intentado justificar con toda la fuerza de los argumentos que se han tenido a mano en cada momento, con especial recurso a los descubrimientos que la ciencia ha ido realizando, y que pese a su clara parcialidad han sido magnificados o tomados tal cual, es decir todavía no del todo contextualizados. Tenemos, por ejemplo, al propio Sigmund Freud, fundador de la Teoría Psicoanalítica, quien consideraba que la verdadera madurez sexual de la mujer iba aparejada con la capacidad de gozar y llegar al clímax con el sexo vaginal; o las teorías de la incipiente ciencia sexológica, que propugnaba cosas como el perfecto ajuste o acoplamiento en el coito, o la necesidad de buscar el orgasmo simultáneo como signos inequívocos de plena satisfacción y unión emocional. Tenemos, por otro lado, desde el feminismo el recurso a datos estadísticos sacados de algunos estudios, como que ocho de cada diez mujeres no experimentan el orgasmo como resultado de la estimulación vaginal sola (o que esto es prácticamente imposible, según Masters y Johnson), o a descubrimientos de la ciencia (algunos aún no del todo explicados o completados), por ejemplo que la vagina prácticamente carece de terminaciones nerviosas, que cuando hay placer en la penetración en realidad lo que se estimula es la raíz del clítoris, o que pese al descubrimineto del Punto G en casi ninguna postura el pene consigue estimular este punto de forma eficaz.
La polémica tiene relación, pues, con el descubrimiento o el afloramiento, en los últimos tiempos, de un hecho que viene a señalar las grandes diferencias entre la sexualidad genital de la mujer y la del hombre, y las desventajas que ello supone para ésta: durante el coito vaginal el pene del varón es estimulado directa e intensamente por las paredes de la vagina de su compañera, lo que suele conducirle al orgasmo y a la eyaculación de forma rápida y satisfactoria, mientras que la vagina de la mujer se muestra en general poco sensible a la estimulación sexual directa; la mayoría de terminaciones nerviosas en la mujer se concentran en el clítoris, y unas pocas en la entrada vaginal, pero el clítoris es estimulado (cuando llega a recibir algún estímulo) sólo de forma indirecta y parcial durante el coito vaginal sin otro estímulo adicional. La rapidez con la que el hombre suele conseguir su orgasmo coital, en general algunos o bastantes minutos antes de que la mujer llegue a una fase cercana al orgasmo, es otro poderoso factor que influye en el nivel tan bajo de satisfacción sexual de la mujer durante el coito. Por otra parte, según algunos expertos, la casi ausencia de terminaciones nerviosas en la vagina se explica porque éste es el canal que deberá ser usado por el feto durante el parto, por lo que la biología lo habría diseñado así para evitar demasiada sensibilidad, o la posibilidad de un dolor excesivo, en el momento del nacimiento.
Todo esto parece constatar, pues, las importantes diferencias entre la sexualidad del hombre y la de la mujer, a un nivel psicofisiológico. Diferencias que pueden trasladarse a otros niveles, en términos de ventajas y desventajas para uno y otro sexo, o en términos de una importante desigualdad en cuanto a la vivencia gozosa de la propia sexualidad según cada género. Todo lo cual ha llevado a que la reivindicación de la sexualidad de la mujer comporte, pues, al menos hoy por hoy, principalmente la reivindicación del papel clave del clítoris en la vivencia plena y satisfactoria de esta sexualidad. La vagina, quizá ahora a la luz de los nuevos descubrimientos sexológicos más directamente implicada en la satisfacción sexual del varón que en la de la propia mujer, parece haber quedado relegada a un segundo plano en medio de esta lucha reivindicativa femenina. Siendo ahora algo especulativos, podríamos preguntarnos por qué de repente, y justo en un momento cumbre de esta lucha emancipatoria femenina, se hace desracar el descubrimiento de un punto en la vagina que, parecería, a partir de entonces hay que aprender a encontrar y hay que aprender a estimular (y se ha instalado una fuerte presión cultural en este sentido), quizá para así llegar a ser el hombre mejor amante, pero quizá también para ser la mujer más femenina, más realizada con su propia sexualidad. El ‘descubrimiento’ (y aquí resaltamos las comillas) del Punto G, y seguimos especulando, podría entonces llegar a verse como un intento de reconducir de nuevo la sexualidad de la mujer hacia la genitalidad estricta de la vagina.
¿Un episodio más de la eterna lucha de sexos? ¿O un claro ejemplo de sobreanálisis por parte de quien esto escribe? Quién sabe…

Escrito por Joan C.

Falopius.net es una web dedicada a divulgar, orientar y ofrecer recursos para la sexualidad humana. La autoría principal de sus contenidos corresponde a Joan C., quien se ha formado en el campo de la Antropología, entre otros.


13 Abr 2009 • Revisado 28 Jun 2015 • 3057 Views

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